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Ayer exponíamos en la primera parte de este reportaje factores «externos» que están decimando al sector de la música electrónica durante esta pandemia…
Pero…
¿La culpa de todo la tiene el gobierno? ¿O quizás el sector debería hacer un sano ejercicio de autocrítica?
Las respuestas creo que son evidentes. El gobierno tiene una buena parte de culpa, muchísima en estos momentos de penuria económica, pero todo el sector debería hacer un rotundo ejercicio de autocrítica. Rotundo y profundo. Porque seguramente la consideración por parte de los estamentos gubernativos hacia la cultura de club viene desviada desde hace décadas, y buena parte de culpa la tienen muchos actores del sector.
En nuestro país casi nadie (en términos generales, siempre ha habido y hay excepciones muy honrosas) se ha preocupado por promocionar sus negocios como cultura. Una gran parte del mismo se ha preocupado fundamentalmente por ejercer de hosteleros, que quiere decir vender copas y ganar dinero (ejercicio loable como negocio, como es evidente…). Tod@s conocemos historias de promotores que han empezado en la escena electrónica underground y en cuanto han empezado a ganar dinero han pasado a la comercialidad pachanguera sin el más mínimo sonrojo. Eso se puede sumar a revivir escenas equivocadas de épocas pasadas como la “ruta del bacalao”, que lo único que hace es identificar el “chunda chunda”, los botellones y esnifadas de speed eternas en los parkings de las discotecas con la música electrónica. Se reivindican personajes de esas épocas como “leyendas del techno” (¿?) cuando ni tan siquiera producían los discos que lanzaban, y la gente confunde la música “makina” de aquellos días con la cultura de la música electrónica. Con todo el respeto para quienes les gustaba todo eso, porque todo ser humano es libre de disfrutar con lo que le apetezca, en aquellos días había músicos y dj´s que nos legaron estupendos trabajos que SI deberían ser considerados como cultura. Gente como Madelman, Pez, HD Substance, Vanguard, The Frogmen o Undo entre otros sentaban las bases de la electrónica nacional, que se unían al trabajo ya realizado en la década anterior por pioneros como Suso Saiz o Esplendor Geométrico.
Sin embargo, para el gran público, los nombres relacionados con la “música electrónica” de aquellos días son otros. Hagan la prueba… pregunten…
Ahora es cool nombrar y hablar de la “ruta del bacalao”, algo que se hace en muchas ocasiones con un TOTAL desconocimiento, mezclando churras con merinas y basándose en testimonios más que dudosos. En UK, por ejemplo, siempre se han tratado los comienzos de la cultura clubber y la evolución de la música electrónica como la conocemos hoy en día desde puntos de vista completamente diferentes. Un excelente y reciente ejemplo es la película Beats, estrenada el año 2019, que refleja a la perfección la época dorada de las raves en la primera mitad de los años noventa, localizada esta vez en Escocia. En la película se trata el aspecto fiestero y lúdico de aquellas reuniones, pero también se proclama la música como verdadero motor de todo ese movimiento, con sus protagonistas siguiendo aquellas emisoras de radio piratas donde se emitían los temas que les hacían moverse y buscar esas raves ilegales. Esa película es tan sólo un ejemplo (hay muchos más). Los documentales relativos a la escena electrónica, hechos con testimonios de quienes fueron y son protagonistas, son multitud tanto en UK como en Alemania por citar a los dos países de los que hemos hablado, con contenidos de gran calidad. Hay una preocupación real por promover y por dar a conocer que la música electrónica es cultura… aparte de ser una fuente de ingresos, como toda la cultura es. No podría haber obras de teatro sin productores que avanzaran el dinero ni público que lo hiciera recuperar con la venta de entradas. Pero también en muchas ocasiones hay subvenciones por parte de estamentos gubernamentales. Aquí nadie está diciendo que, en un club, en un evento o un festival todo se hace por amor al arte. El dinero es importante, obviamente.
En este aspecto, Luis Bonias toca importantes asuntos, poco oídos cuando se tratan estos asuntos: “Se habrán hecho mal muchas cosas seguro. Antes de nosotros (y hablo por mi generación), no existía nada si hablamos de cultura de club como la conocemos hoy en día, todo comenzó a finales de los 80 y principios de los 90 y teníamos que probar todas las vertientes posibles. Luego, una vez te etiquetaron dentro de algo, ya fue imposible salir de ello. Aunque ahora sea cool, nuestra generación o a los que teníamos principios no nos han dejado desarrollar los conocimientos adquiridos, y por otra parte no hemos sabido vender desde el minuto uno que esto era cultura y no desfase.
El efecto FIESTA, llamar continuamente a nuestro movimiento en el ámbito publicitario «la fiesta», pudo ser bueno para el marketing de esos años de crecimiento, pero nefasto para el desarrollo cultural de los años sucesivos. Todo cae en el mismo saco, todo era fiesta según cambiaban los años y las modas… por eso creo que ha llegado a ser lo mismo la música de los 80 como el “hardstyle” de mediados de los 2000, de hecho, hay algunos que creen que en Chocolate se ponía esa caña en los 80 ¿Cuantos videos hay trucados de los 80 con esa música cañera? ¿200.000?”
Quizás el sector no se haya preocupado en poner en valor algo evidente, y que una mayoría de los que trabajamos en el sector o alrededor del mismo con tareas creativas sabemos. La música electrónica es cultura. La cultura de club, la música electrónica, entendida como se hace en otros países, es tan cultura como una exposición de Rothko o un concierto de Mozart. Eso ocurre en otros países, no en España.
No se ha sabido vender la imagen correcta del clubbing y de la música electrónica, y de eso la culpa la tenemos tod@s. No sólo el empresario que ejerce únicamente de hostelero (que, evidentemente, es parte de su negocio y es una opción tan válida como otras para ganar dinero, como ya hemos repetido con anterioridad) sin preocuparle lo más mínimo el aspecto cultural.
Ismael Rivas deja una última reflexión basada en datos irrefutables a colación de todo esto: “Por otro lado durante un determinado periodo de tiempo se ha ofrecido demasiada oferta de ocio electrónico, muchas veces poco cuidado y de escasa calidad, tanto musicalmente hablando como a nivel de producción, por lo que a día de hoy hay que seguir apostando e invirtiendo por un ocio nocturno de calidad, con aforos controlados, medidas de seguridad, productos de calidad bien cuidados y producidos de una forma profesional y responsable”
También los medios (más los generalistas, pero también por desgracia la llamada prensa especializada) que, sin sonrojo alguno en ocasiones, dejan de preocuparse por visibilizar la vertiente cultural de la música electrónica. Prefieren dar visibilidad a muchas de las cosas anteriormente mencionadas sin tener una visión real ni preocupación por lo que ocurrió en tiempos pasados… o simplemente han buscado y buscan más el amarillismo que la vertiente cultural. O quien paga y quien no paga.
La culpa nunca puede recaer sólo en una parte del sector, hay que repartirla en absolutamente todos los departamentos, desde el empresario hasta el dj, desde el periodista hasta el productor.
Hasta que alguien no reconoce que tiene un problema, es imposible buscarle una solución. Esperemos que esta desgraciada situación debida al Covid nos enseñe una lección en este tema, y, lo más importante, que la aprendamos para no repetir errores pasados.